Tenía mil máscaras
Empecé a beber a los doce años de edad y dejé de beber por la gracia de Dios a través del programa de A.A. a los dieciocho años de edad. No pasé muchos años bebiendo. No bebía todos los días. No bebía en cantidades exageradas. De niña era muy delgada así que con poco me emborrachaba. Nunca gasté un centavo en alcohol. Me tomaba el alcohol en las neveras de las casas que yo visitaba, me invitaban mis amistades, o me lo bebía en fiestas. No perdí casa ni auto ni familia ni dinero. Vivía con mi madre y mi hermana. No teníamos dinero así que tomábamos el autobús. Tenía buenas calificaciones. Si hubiera querido tener una excusa para decir que yo no era alcohólica, podría haberme refugiado en cualquiera de las mencionadas. Pero la realidad es que era alcohólica porque sufría de la obsesión y la compulsión características del alcoholismo; porque todas mis intenciones de no beber siempre fallaban; porque tenía un gran hueco en el alma que quería llenar con cualquier cosa, ya fuera alcohol, pastillas, drogas, comida, sexo, dinero, cualquier cosa que me hiciera sentir bien de inmediato; porque dentro de mí yo sentía que no valía nada; porque mis defectos de carácter y miedos habían vuelto mi vida ingobernable y, en momentos, hubiera preferido morir que sentir lo que sentía y ser lo que era.
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